jueves, 18 de agosto de 2016

EMILIO ROMERO
 


I


 


Escritor transparente como los cielos morañeros de su Arévalo natal, la boca grande la sonrisa ancha, la mejor pluma del Régimen (escribía con la misma galanura que hablaba), Emilio Romero fue uno de los lujos del periodismo del pasado siglo por su manejo de la ironía y el buen decir castellano. Tuve la suerte de le conocer. Ahora releo algunos de sus libros. Fue importante al contar la versión no autorizada del franquismo despues y durante la guerra civil.
En el Vagabundo pasa de largo se entrecruzan nuestros sueños de libertad y La Paz empieza nunca tuvo fama de ser la mejor novela de la guerra civil cuyo desarrolló conocía bien.
En este libro se calza las botas de siete leguas y avista el porvenir de un conflicto interminable que dura ya casi ochenta años. Y parece inconcluido. 


Superviviente del Cuartel de la Montaña, se pasó a los nacionales por Aravaca. Fue el prototipo de falangista abierto al futuro, diletante y discrepante de las izquierdas, a las  cuales conocía en sus entresijos más íntimos. La republica fracasó por estar sirigida por señoritos y beatas extraviadas como Pasionaria. 
Fulguró como la pluma dorada del Régimen. Amigo de Segismundo Casado y de algunos generales republicanos publicó en su diario, órgano de los sindicaos verticales,  Pueblo, unas declaraciones de Indalecio Prieto sobre cómo fue el esquilmo de los tesoros del Banco de España— el oro de Moscú que los rusos nunca nos devolvieron y confiscaron veinte vagones cargados de onzas áureas— que embarcaron en el puerto de Cartagena rumbo a la URSS. Veinte funcionarios del Banco de España estuvieron incomunicados y encerrados durante dos semanas en los sótanos del palacio aledaño a Cibeles contando monedas y lingotes. Por orden del comunista Negrín.


Según el defensor de Madrid, y el que se rindió a Franco, general Segismundo Casado, que publica unas declaraciones en el periódico de la calle Huertas a su regreso de su exilio inglés, el responsable de aquel río de sangre fue Manuel Azaña, un tipo vil, alcarreño siniestro, un señorito acomplejado que se hacía pasar por defensor del obrero al cual menospreciaba, cobarde y lleno de odio.


En un ataque de pánico Don Manuel "El Verrugas" huyó de Madrid y buscó refugio en Barcelona, después en Valencia. Otro conteste fue Largo Caballero al que traiciona su rusofilia. Se entendía con el plenipotenciario de Stalin ante el régimen republicano Rosenberg, de etnia hebrea, que luego sería victima de las purgas estalinianas al igual que otros capitostes republicanos mentores de la amistad soviética (ayuda interesada a España como se ve) todos serían pasados por las armas o desterrados a Siberia, al regresar a Rusia. Moscú no cree en las lágrimas.


Largo Caballero fue un superviviente de Buchenwald pero murió al poco tiempo en Berlin. Pese a su homologación como miembro del PSOE era un bolchevique, cuenta Casado en estos papeles reservados; tacha de pro soviético al “Lenin español”. Sin embargo, Enrique Lister achaca a los militares del fracaso de la batalla de Brunete y dice que la culpa de los desmanes cometidos, robos e incendios de iglesias, violaciones de religiosas quemas de conventos y matanzas de curas fueron obra de los anarquistas descontrolados.
La guerra pudiera haberse acortado si Azaña no hubiera sido políticamente un desastre y el Doctor Negrín obedeciendo las instrucciones del Kremlin y de Londres (Churchill decía: dejemos a los españoles pringarse en su propia salsa) se cerrara en banda a un armisticio entre leales y rebeldes. La Urss pretendía crear un estado comunista al sur de Europa.


Con su sagacidad habitual Emilio Romero pone a sus lectores ante el hecho objetivo y real de las causas y consecuencias del conflicto ibérico. Razones que actualmente han sido aplastada por la apisonadora de la propaganda.


El pecado mayor de los políticos hispanos desde el 75 para acá ha consistido en ocultar a los españoles esas fuentes de información. Criterios de revancha hacen surgir planteamientos olvidados cuando la herida se estaba cerrando. Demasiada memoria histórica, tergiversada, parcial, envenenada por la revancha.


La verdad histórica ha venido viciada y manipulada por la propaganda.
Los que perdieron la guerra se acusan unos a otros en estos papeles reservados que publica don Emilio Romero.


Valentín González llega a decir de la Pasionaria, a la cual odiaba, hasta el punto de motejarla de "virgo potens", que no era más que una vendedora de sardinas de Santurce que se comía las hostias a puñados, enamorada primero de la Virgen de Begoña y luego de Stalin, que puso los cuernos a su marido y mandó traer a su amante un tal Antón desde la Francia ocupada por los nazis a Moscú a su novio en un avión alemán por conducto de sus influencias con Molotov. Para el Campesino la famosa líder del partido comunista en mujer era lo más parecido a una víbora.
Lister violaba a las mujeres fascistas que caían en su poder pero Lister, a su vez, muestra en sus memorias su rencor hacia Ramón J. Sender el  gran escritor aragonés que soltó las armas en el frente de Valdemoro y se pasó a los otros ¿Un violador al frente del famoso Quinto Regimiento que mandaba este picapedrero gallego al que Rusia colocó las estrellas de general?


Todos recriminan a Juan Negrín de delitos de alta traición y se quejan del trato infame que recibieron los refugiados españoles en el paraíso comunista. El secretario general del partido comunista José Díaz saltó desde una cuarto piso en Tiflis. Los niños de la guerra sufrieron toda clase de penalidades. En estos papeles reservados de Emilio Romero se cuentan cosas muy interesantes que desconocen los jóvenes españoles a dia de hoy. En parte llevaba razón Serraño Suñer cuando gritó desde un balcón de la calle Alcalá: “Rusia es culpable”. ¡Como para fiarse de Putin!

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